ILUMINO_Beatriz Blanco

16/05/2024

El proceso hasta llegar a materializar la idea de mostrar lo que fabrico resultó prolongado en el tiempo, por la sencilla razón de que sufrió numerosos cambios. No fue una evolución lineal continua, sino que hubo épocas de mucha actividad creativa acompañadas de otras épocas de parón y cuestionamiento. La impronta creativa, esa necesidad que todos poseemos en la infancia y que a veces nos acompaña durante toda la vida sin saber por qué, puede resultar ser una bendición o una tortura. Es placentera mientras vives sumergida en la idea y el proceso, sin embargo, cuando consideras que la obra está terminada, te preguntas para qué. Pasas de la ilusión a la incertidumbre, cuestionándote la posibilidad de crear y destruir para cerrar el círculo y volver a empezar. No repetir, sino iniciar nuevamente, con la connotación de renovación, una evolución en espiral, abriendo y cerrando un círculo que se inicia en un punto ligeramente distanciado del anterior y, de este modo, la idea y la expresión estética evolucionan igualmente, pero sin la necesidad de ser compartidas.

Esta reflexión sólo se queda en eso, aunque es bien cierto que destruir es un ejercicio sano, algo así como hacer limpieza, no todo vale. No estoy segura de que es más valiente, si mostrar o destruir, pero creo que opté por la opción menos arriesgada.

Las protagonistas de esta muestra son lámparas concebidas como piezas de arte. Fueron creadas como individuos libres de convencionalismos y tendencias y con personalidad propia. Los materiales utilizados en su fabricación son, en buena parte, reutilizados: tubo de cobre, tul, rejillas para cercados, bridas, coladores, cestillas metálicas, flores, paño regional, madera, latas o flaneras. Lo único que tiene que ver con la iluminación es la parte eléctrica. El resto son recursos ajenos diseñados para otros usos, cuyo destino fue bien diferente y, en muchos casos, se salvaron de terminar en el cubo de la basura.

En estas piezas se combina la manufactura, el diseño y la visión poética. Esta última es la que dota de singularidad a cada una de estas lámparas y las vuelve animadas. Mi intención  es diseñar luminarias cuya función sea acompañar con su presencia y su forma de iluminar, como si de seres animados se tratase. Las veo como personajes de ficción imperfectos con historias propias que conviven entre nosotros, lo que las separa del diseño industrial puramente funcional y estético.

Acompañan a este conjunto heterogéneo de lámparas, otro grupo. Se trata de una serie de collage igualmente diversos en temática y estética. La diversidad es lo que realmente me interesa y es el tema en esta muestra. La clave del equilibrio en los ecosistemas es la diversidad. La diversidad en la cultura tiene un valor incalculable. Es por ello que huyo, o eso pretendo, de tendencias y convencionalismos que no surgen precisamente de la diversidad, sino de la maquinaria de poder con la finalidad de uniformarnos en la vestimenta, en la decoración de nuestros hogares, en nuestras elecciones y decisiones , en nuestra forma de percibir e incluso de sentir dirigiendo así nuestra forma de pensar.

El título de esta exposición, ILUMINO, es una metáfora sobre la manera en como podemos ver la realidad con la suma de luces diversas, y echando mano de terminología poética, podríamos decir que esta muestra es una oda a la convivencia de singularidades, es decir, a la diversidad.

Beatriz Blanco (Santiago, 1971) desarrolla su actividad artística desde el entorno rural próximo a Santiago con la inspiración que le provoca todo aquello que la rodea, desde los secretos que hacen prosperar su huerto hasta los sonidos de la naturaleza que se resisten a la contaminación acústica que todo lo invade. Su trabajo es fresco y poético, reflejo de una sensibilidad crítica y estética que dota a sus obras de una esencia singular que explora la relación entre lo conceptual y lo funcional y que cuestiona la frontera entre el arte y el diseño.

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